“te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados…” Isaías 45:3
¡El Rey Persa que conquistó la Antigua Babilonia y recibió esos tesoros realmente fue nombrado por Dios 150 años antes de su nacimiento! El profeta Isaías registró esa profecía en el siguiente pasaje:
“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán:2Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste.” Isaías 45:1-4
Un poquito de Ciro.
Pero vámonos también a ver cosas realmente interesante de esta profecía, en el Antiguo Testamento no hay mesías. Y nos parece que esta afirmación se acerca a la verdad. Sin embargo, hay dos casos en la época postexílica, en concreto a partir del 539 a.C. en el que el uso empieza a acercarse a lo que podría ser la concepción un mesías-rey poterior: el de Ciro el Grande, que no es ni siquiera judío y el de Zorobabel, el último vástago de la rama de David. Pero el que a estos dos personajes se les designe en alguna ocasión con el vocablo mesías, nos señala con nitidez como el que ejerce esa función es un mero ser humano, por mucho que su “contacto” con la divinidad sea excelso. Según la tradición judía, Ciro el Grande, persa de nación, de la estirpe de los aqueménidas, conquista Babilonia en el 539 a.C., después de haber derrotado a los lidios (su monarca más era el proverbialmente opulento y rico Creso) y a los medos. Por necesidades u oportunidad política, Ciro adoptó una política de tolerancia religiosa para con los diversos pueblos de su extenso imperio, para que al menos en ese flanco no hubiera tensiones él. En el ámbito de esta política Ciro decidió permitir a sus súbditos judíos (los aqueménidas, al conquistar Babilonia se hicieron dueños automáticamente de Israel, que estaba bajo su soberanía desde la caída de Jerusalén en el 587) la reconstrucción de las murallas en la capital de la provincia de Judea, la reconstrucción del Templo de Jerusalén, que existía en semirruinas, y la devolución de los objetos sagrados del Templo de Jerusalén , transportados a Babilonia como señal de dominación por Nabucodonosor. Parece también que emitió un edicto por el que se permitía la vuelta de los exiliados en Babilonia –familias prominentes todas ellas- a tierras de Israel. Y decimos “parece” porque hay serias dudas al respecto, puesto que la misma tradición hebrea parece indicar que el primer retorno de los exiliados fue en tiempos del sucesor de Ciro, Darío I en torno al 521 a.C. Pero es probable que fuese Ciro el que primero diese, o esbozase, el decreto que permitía la vuelta. De lo contrario no se hubiera producido lo que nos interesa ahora: la tradición profética recogida en Isaías lo proclama “justo” (Is 41,2), “pastor” (= buen rey: Is 44,28) y “ungido” o “mesías” Isaías 45,1. He aquí el texto: « Así dice Yahvé a su ungido (“mesías”)) Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas. »
Además investigando un poco mas me di cuenta que lo que es pasado por alto casi universalmente por comentaristas de
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