Las orgullosas cimas de las pirámides de Tikal se elevan por
encima de la frondosa selva guatemalteca, desafiando el paso del tiempo.
Conocida por los mayas como Mutul, Tikal alcanzó su apogeo en el siglo VII
d.C., liderada por su rey Jasaw Chan Kawil, quien la convirtió en la metrópoli
maya más importante. Pero en el siglo IX sus habitantes la abandonaron y fue
engullida por la vegetación.
Esta es una historia por más interesante de contar donde al
igual que este servidor ustedes se quedaran sorprendidos de conocer un mas de
los mayas.
Sobre las copas de los árboles más altos de la selva
guatemalteca asoman los antiguos templos de Tikal, cuyos soberanos encarnaron
el esplendor de la civilización clásica maya. La civilización maya floreció
entre el siglo V a.C. y el siglo XVI d.C. en un extenso territorio que abarca
casi 300.000 kilómetros cuadrados y que en la actualidad se reparten México,
Guatemala, Honduras y Belice. Entre los muchos enigmas que esa antigua cultura
plantea a los investigadores destaca su inagotable y enorme furor constructivo:
en un medio hostil, cubierto de densos bosques tropicales y pantanos, los mayas
levantaron centenares de espléndidas ciudades de piedra, cuyas altas pirámides
todavía hoy desafían a la voraz vegetación alzándose soberbias por encima del
océano verde. De todas esas urbes -que tienen nombres sonoros, en su mayoría
modernos, como Palenque, Copán, Oxkintok, Calakmul, Uxmal o Yaxchilán-,
la más
grande, la que reúne algunos de los monumentos más extraordinarios creados por
el hombre precolombino, es, sin duda, Tikal, que se levanta en el actual
departamento guatemalteco de El Petén. Las ruinas fueron descubiertas por
Modesto Méndez en 1848, aunque Hernán Cortés llegó a pasar muy cerca de allí en
su viaje a Honduras, en 1525, y también otros viajeros pudieron haberlas
visitado después de que el reino presidido por esta poderosa ciudad se hundiera
irremediablemente hacia finales del siglo IX. Hoy en día, de aquella inmensa
urbe los visitantes contemplan solamente la pequeña extensión que se ha
excavado y restaurado, donde los imponentes edificios se alzan entre árboles y
plantas de un vasto parque natural protegido. El área ocupada por la
civilización maya estuvo dividida en ciudades-estado, cada una de las cuales
controlaba un territorio más o menos extenso, pero que rara vez superaba los
3.000 kilómetros cuadrados. Las inscripciones jeroglíficas señalan como posible
fundador de la primera dinastía de Tikal, en el siglo I d.C., a Yax Eb Xook, quizás
enterrado en la tumba 85, del que no tenemos otros testimonios. Los mayas
empleaban un bonito eufemismo para referirse al acto de morir: lo denominaban
«entrar en el agua», porque el inframundo, el reino de los muertos, se
encontraba detrás o debajo de las aguas que rodean la península de Yucatán. A
veces decían «entrar en el camino», haciendo referencia a los laberínticos
senderos que descendían al interior de la tierra. La llegada de los
teotihuacanos, a finales del siglo IV, inaugura una nueva etapa en el devenir
de Tikal, marcada por la profunda influencia -e incluso dominación- de
Teotihuacan, una poderosa metrópoli situada en las cercanías de la actual
Ciudad de México, a más de mil kilómetros de Tikal. En la segunda dinastía de
Tikal -que podemos denominar, hasta cierto punto, «teotihuacana»- destaca Siyaj
Chan Kawil II, quien mandó erigir la magnífica ‘Estela 31’, en la que se
cuentan algunos sucesos relacionados con su derecho a gobernar. Los reyes
expresaban en ellas su legitimidad, daban cuenta de su valentía en la guerra,
de sus vínculos con el cosmos y con los dioses, hablaban de sus parientes más
cercanos y conmemoraban las fechas de ascenso al trono y de su muerte. Los
verdaderos problemas llegaron en el año 562, momento en que cesan las inscripciones.
El gigantesco Imperio teotihuacano, que había dejado su huella cultural en toda
Mesoamérica (la inmensa región histórica formada por México y América Central),
inició entonces su decadencia y se fue retirando de esferas de influencia en
tierras lejanas, como las selvas del norte de Guatemala. Hay dos hechos que
prueban la existencia de graves problemas en una ciudad maya: la interrupción
de la actividad constructiva -incesante en tiempos normales- y que dejen de
labrarse estelas con fechas y textos jeroglíficos. Esto es lo que ocurrió en
Tikal durante la segunda mitad del siglo VI y casi todo el siglo VII, un
período conocido como Hiato, sobre el que la información disponible es muy
escasa. En la última fase de suhistoria, Tikal recuperó su total independencia,
después del hundimiento del Imperio teotihuacano, hacia el siglo VII, y vivió
un esplendor sin precedentes. Fue en esta etapa cuando se construyeron los
monumentos más importantes de la ciudad. La ciudad creció hasta sus límites
máximos y definitivos, y los templos piramidales alcanzaron alturas y volúmenes
extraordinarios. La época de mayor gloria de Tikal comenzó con Jasaw Chan Kawil
I, el soberano enterrado en el templo del Gran Jaguar, artífice de la victoria
militar en 695 contra el poderoso reino de Calakmul, que había sido la potencia
enemiga desde hacía siglos. Cuando avancen las investigaciones se encontrarán,
sin duda, las suntuosas tumbas de Yikin Chan Kawil en el templo IV y del rey
conocido como Sol Oscuro, de principios del siglo IX, en el templo III. Queda
por saber quién yace en el majestuoso templo V, recientemente restaurado, uno
de los más elevados de los alrededores de la Gran Plaza.
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